Skip to main content

Escapada de fin de semana… Oporto

Oporto, segunda ciudad más importante de Portugal, resulta accesible y acogedora, ideal para una escapada de fin de semana.

Situada al norte del país, en la ribera derecha del Duero, en su desembocadura al Océano Atlántico, es una ciudad antigua con un amplio e interesante patrimonio histórico. A su vez, seguramente gracias a su tradición universitaria, esta ciudad posee un espíritu joven y abierto a la modernidad.

También conocida como ciudad de los puentes, el casco viejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Se pueden visitar la emblemática Torre de los Clérigos, la Catedral o el palacio de la Bolsa. Merece una parada la estación de trenes de San Bento, construida a principios del siglo XIX sobre los restos del antiguo convento de San Bento del Ave María. Otra visita indispensable es a la Librería Lello, una de las más bellas que existen y además mundialmente conocida por su aparición en Harry Potter.

Cuando la visites, déjate sorprender por la Oporto moderna.

¿Sabías que el metro de Oporto, con 8km de red subterránea, posee la mayor red metropolitana de transporte público de masas de Portugal?

Situado en el entorno del agradable Parque de Serralves se encuentra uno de los museos más visitados del país, el Museo de Arte Contemporáneo de Oporto, que nos encantó. Otro símbolo del Oporto moderno, es la Casa de la Música, joya de la arquitectura vanguardista, es considerada la sala musical con la mejor acústica del mundo!

Durante tu viaje a Oporto, podrás degustar diferentes platos de cocina tradicional, como las tripas (tripas à moda do Porto) o el bacalao (bacalao a la Gómez de Sá) pero sin duda, no debes perderte la francesinha, un sándwich gigante relleno de carne, cubierto con queso y salsa, una auténtica bomba para chuparse los dedos. La bebida de Oporto por excelencia, signo de identidad, es el vino de Oporto. Si eres enoturista o amante del vino, debes dirigirte a la ribera izquierda del río, a Vila Nova de Gaia, donde se encuentran la mayoría de bodegas y cavas. Allí podrás deleitarte tanto como quieras con uno de los mejores vinos del mundo.

 

¿Buscas un destino diferente? Descubre Madagascar

Entre Asia y África se encuentra este maravilloso país, que recibe influencias de ambos continentes. ¿Sabías que Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo? Si buscas sorprenderte con una naturaleza única, riqueza de culturas, buena gastronomía, arquitectura particular y habitantes amables y sonrientes, no debes perderte la visita a Madagascar.

Madagascar se originó a partir del supercontinente de Gondwana. Su costa oriental se formó cuando África se separó de Gondwana hace alrededor de 165 millones de años. Más tarde, Madagascar se separó del subcontinente indio hace 65 millones de años. Este largo aislamiento es la causa de la existencia en esta isla de multitud de especies únicas en el mundo, lo que se ha llamado a veces un mundo aparte, un mundo todavía por explorar.

Entre la fauna más destacada de la isla, que atrae a miles de ecoturistas cada año a sus más de 50 parques nacionales y otros tantos naturales, destacan los lémures, del que existen más de 50 especies diferentes; el camaleón; la fosa; los tenrecs, así como cientos de subespecies de roedores. Algo que me sorprendió y que no me imaginaba, es que en la isla no vive ningún animal considerado peligroso.

En cuanto a su flora, Madagascar es un país que cuenta con más de 12,000 especies de plantas diferentes, los árboles conocidos como baobabs son los más populares.

En Madagascar encontramos numerosos contrastes, como ríos, montañas, humedales, arrecifes, pequeñas islas y el mar, el Océano Índico que rodea la isla. La cota más alta de esta isla es el Monte Maromokotro, con 2885 metros sobre el nivel del mar. Esta cima la encontramos en el Macizo de Tsaratanani, al norte del país.

Nuestro viaje lo hicimos en agosto durante 16 días. Volamos a la capital, Antananarivo, donde visitamos la ciudadela real de Ambohimanga, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En esta colina azul se sitúan los antiguos palacios reales de las dinastías merinas que unificaron la isla en los siglos XVII y XIX. Parte de la muralla está construída utilizando únicamente cáscaras de huevo!

Continuamos para adentrarnos en plena naturaleza en el Parque Nacional de Andasibe-Mantadia. Es allí donde pudimos ver al famoso lémur Indri-Indri, en medio de un impresionante paisaje de selva tropical. Rumbo al sur recorriendo la carretera Nacional RN7 durante varios días, visitamos ciudades y pueblos inolvidables como Antsirabe, Ambositra o Fianarantsoa. Fue en esta última donde tomamos el Tren de la Selva hasta Manakara. Este ferrocarril es el único del país y une las tierras altas con las aguas del Océano Índico. Es un tren de mercancías que admite pasajeros y resultó ser toda una experiencia. El trayecto se prolongó durante 18 horas, en vagones precarios y con paradas de tiempo indeterminado en absolutamente todos los poblados del camino. Fue duro pero mereció la pena.

Ya en la costa este de la isla navegamos en canoas tradicionales de la etnia Antemoro a través del canal de Pangalanes, acompañados por los cantos de los pescadores y las risas de los niños que corrían y bailaban a lo largo de la orilla.

Seguimos nuestro viaje de naturaleza visitando los parques y reservas de Ranomafana, Ambalavao, Anja, Isalo y Zombitse. Selvas tropicales en todo su esplendor, diferentes familias de lemures, camaleones, baobabs… esta gran isla no dejó de sorprendernos.

Finalizamos nuestra aventura, después de visitar el mercado de conchas de Tulear, en las playas de Ifaty donde buceamos sobre la barrera de coral y recuperamos energías disfrutando de estupendas puestas de sol. Comimos pescado fresco y langostas en la orilla del mar y con un poco de suerte, durante los meses de julio y agosto, es posible observar ballenas en migración.

Takayama, Shirakawa-go y los Alpes japoneses

Si se dispone al menos de dos semanas para visitar Japón, creo que es un imprescindible visitar la ciudad de Takayama y alrededores. Nosotros veníamos de Hiroshima y Kyoto, así que el listón estaba ya muy alto. Aparte de que los paisajes son preciosos y nos muestran que Japón es mucho más que grandes urbes y templos, Takayama es un lugar ideal para entrar en contacto de pleno con la cultura tradicional japonesa que tanto nos cautiva a los occidentales. Nosotros aprovechamos para alojarnos en un buen ryokan, disfrutamos todo lo que quisimos de los onsen y degustamos suculentos platos, puede ser los mejores de todo nuestro viaje por Japón. Todo esto, sin movernos del ryokan, lugar perfecto para relajarse y tomar aire.

No hay problema para llegar a Takayama en tren con la JR Pass; se puede hacer un tramo en shinkansen desde Kyoto hasta Nagoya pero después hay que cambiar a otro tren, el Hida limited express que es un poco más lento que el tren bala.

Takayama es una pequeña ciudad muy manejable para visitar a pie, tranquila y acogedora. Tiene varios museos y templos, pero lo que más nos llamó la atención fue la zona de Sanmachi-suji, compuesta por tres antiguas calles con destilerías de sake abiertas al público y al turista hoy en día. Si se viaja en abril o en octubre, se puede hacer coincidir la visita con la Takayama Matsuri, una fiesta en la que sacan a pasear por las calles adornadas carrozas. Nosotros pudimos ver un par en los almacenes y la verdad es que eran impresionantes.

Es recomendable reservar una mañana para visitar Shirakawa-go. Desde la estación de tren de Takayama salen autobuses a diario. Es cierto que pagando el trayecto te ves obligado a formar parte de un tour con su respectivo guía. No es algo que nos guste, de hecho siempre huimos de cualquier viaje o visita organizada, pero nuestra desconfianza inicial desapareció rápidamente. Un simpático japonés nos amenizó el viaje en autobús con sus chistes y comentarios y una vez llegados a Shirakawa-go nos dejó en la aldea completamente libres. Disfrutamos paseando entre las casitas de madera con techos de paja triangulares, súper pintoresco! Además, aunque viajamos en abril, todavía pudimos lanzarnos algunos bolazos de nieve que todavía quedaba del invierno.

No siempre hay que huir de las visitas organizadas, ¿no crees?

Grandiosa Roma

Roma es la ciudad que nunca me cansaré de visitar. Sencillamente porque lo que se siente en Roma no se siente en ningún otro lugar, periódicamente tengo la necesidad de volver.

Cada calle, cada esquina, cada visita, ofrece alguna nueva sorpresa. Son incontables los monumentos y museos que pueden visitarse. Ya sólo con documentarse históricamente para entender todo lo que sucedió en la gran ciudad imperial se necesitan años de estudio.

De todos modos, es una ciudad ideal también para visitantes menos eruditos pues ofrece mucho más todavía. Empezando por la cocina italiana, personalmente una de mis favoritas, pasando por la cultura del aperitivo, la moda, el fútbol, y terminando pero no por esto menos valorado, conocer el abierto y desenfadado carácter italiano.

Si tuviera que quedarme con un monumento, el Pantheon; una plaza, Piazza di Fiore; una zona, la del Coliseo; un museo, Museos Vaticanos (por la Capilla Sixtina); un plato, spaghetti frutti di mare; un postre, los mejores helados del planeta.

En definitiva, Italia y Roma entran entre mis tops del mundo entero.