Desde Tailandia seguimos hacia el sur y en poco más de una hora en ferry pisamos Malasia. Nuestra primera parada en este multi-cultural país es en «Langkawi, la joya de Kedah». Así se conoce a Langkawi que en realidad es un archipiélago formado por 104 islas pertenecientes a la provincia malaya de Kedah, que reposan al igual que Tailandia en el mar de Andamán.
Tan cerca de Tailandia pero tan diferente en algunos aspectos. Nada más llegar resulta evidente que es un país más fuerte económicamente; tanto infraestructuras como tecnología están más desarrolladas que en el país vecino. La religión oficial es el islam, aunque el 20% son budistas. Lo que no cambian son las playas y bosques tropicales, increíbles paisajes naturales y el carácter alegre y acogedor de su gente.
La isla principal de Langkawi, del mismo nombre, es un destino turístico popular entre los malayos. Mide aproximadamente 25km de norte a sur y algo más de este a oeste. Declarada duty-free desde los años 80 sobre todo es su belleza natural, virgen y ecológica lo que atrae a millones de turistas cada año. En el año 2007 Langkawi fue declarada por la UNESCO Geoparque Global y los diferentes parques naturales que lo conforman pueden ser visitados. En sus playas grandes y de fácil acceso, se pueden realizar deportes acuáticos y diferentes actividades. En nuestro caso, ya saciados de sol y playa, hemos disfrutado otros aspectos de la isla.
Totalmente recomendable es la visita al Langkawi Cable Car y Sky Bridge. Al noroeste de la isla, cerca de la playa Pantai Kok, se encuentra este complejo, muy turístico sí, pero que indudablemente merece la pena. Nosotros pasamos un día genial.
En la base del monte Mat Cincang, el segundo pico más alto de la isla, se encuentra la entrada al funicular. El artificial Pueblo Oriental sirve como punto de partida al turista, con sus tiendas, restaurantes, jardín oriental, actividades infantiles y otras actividades para los no tan pequeños, luego comentaremos alguna.
Mientras se hace la cola del Cable Car se pasa por el SkyDome, un pequeño teatro abovedado con una pantalla panorámica de 360º donde proyectan un video corto de entretenimiento. Nos hicieron bastante gracias las advertencias en la puerta.
Una vez subido en el funicular, ya no hay marcha atrás. Comienza una ascensión vertiginosa en cabinas de máximo seis personas. En 600 metros se para en una primera estación desde donde las vistas ya sorprenden gratamente. Al coger el segundo funicular, se llega al punto más alto, a la cima y aquí ya las vistas dejan sin palabras. Los miradores ofrecen un panorama inolvidable hacia los bosques, las colinas, las playas, las islas y el horizonte marino.
Todavía impresionados por el espectáculo natural, desde aquí, se accede al Skybridge, un puente de acero peatonal que conecta dos cimas sobre la montaña. Son 125 metros de camino curvado suspendido en el aire por 8 cables que conectan a una única torre, estrecho, con algunas zonas del suelo de cristal. La experiencia resulta emocionante.
De vuelta al Pueblo Oriental nos lo pasamos como niños haciendo el payaso en el Langkawi Art in Paradise 3D Museum, el segundo museo de arte 3D más grande del mundo, repleto de posibilidades para hacerse fotos con efecto.
No tan recomendable según nuestra opinión, a pesar de que todas las guías lo aconsejan, es el «Hopping tour». Es un tour que todas las agencias de Langkawi lo llaman igual con el que se visitan en excursión de medio día, el Lago de la Soltera Embarazada (Prgnant Maiden Lake, tiene su historia), la isla de Beras Basah y la isla de Singa Besar. No dudamos que sean sitios bonitos pero nos parecieron masificados y nos sentimos algo incómodos con el espectáculo que montan dando de comer a los monos y las águilas.
Por el momento Malasia, que hasta ahora era prácticamente una desconocida para nosotros, nos está cautivando. Seguiremos hacia el sur.