En el extremo sureste de Corea se encuentra Busan, abierta al mar y al resto del mundo. Es la segunda ciudad del país pero para muchos, la favorita. Más próxima a Japón que a Seúl, Busan es una ciudad acogedora, luminosa, cálida, llena de vida. Tiene menos puntos turísticos que Seúl y es fácil de recorrer. Es una ciudad para perderse en sus calles y mercados, caminando sin rumbo.
La zona de Busan probablemente más popular es la de la playa de Haeundae. Con apenas 2 km de longitud, esta playa entusiasma a los coreanos. Lejos de parecer paradisiaca, en verano se abarrota de gente. Por suerte, la visitamos en otoño y pudimos dar agradables paseos tanto de noche como de día por la orilla del mar.
Haeundae es un distrito caro donde proliferan los hoteles y apartamentos de lujo, pero también abundan los hostels baratos y de precio medio. En la visita a Busan recomendamos alojarse en uno de ellos ya que el ambiente nocturno y la oferta de restaurantes son muy buenos. Nosotros acertamos con el Good Day Mate. Es en Haeundae donde se celebra cada año el Festival de Cine Internacional de Busan, uno de los festivales de cine más importantes de Asia. En nuestro viaje coincidimos con un pequeño festival local y cada día teníamos animación en la calle con espectáculos, concursos y cabinas gratuitas de karaoke.
El centro de Busan se encuentra en el otro extremo, como a 30 minutos en metro de Haeundae. Denominado Jung-gu, abarca toda la zona comprendida entre la Estación Central y el Mercado de Pescado de Jagalchi.
El Mercado de Pescado de Jagalchi es el más grande y popular de todo el país. Enorme, es una de la atracciones principales de la ciudad. Cada octubre se celebra su propio festival. Se pueden comprar y degustar todo tipo de pescados y mariscos. El recinto principal está compuesto por varias plantas donde se vende el pescado y se consume en los restaurantes; pero también dispone de karaoke, salas de fiestas, hotel y observatorio.
En los alrededores, el mercado se expande a través de decenas de calles en las que las «ajjuma de Jagalchi», término con el que se conoce a las mujeres vendedoras, ofrecen todo tipo de productos de mar. Nos lo pasamos realmente bien recorriendo las calles y pabellones. Los puestos de pescado desecado se suceden entre tanques de agua habitados por pulpos, anguilas, cangrejos, peces pene (sí, así es cómo se les llama…), gambas y orejas de mar. En un mini-restaurante regentado por una simpática coreana pudimos cumplir uno de los retos propuestos para el viaje, comer pulpo vivo. El sannakji es un plato típico coreano en el que un pulpo pequeño se trocea y se sirve inmediatamente apenas condimentado con aceite, alga y semillas de sésamo. Los trozos del pulpo siguen retorciéndose mientras se come. Se aconseja masticarlos bien antes de tragarlos ya que las ventosas de los tentáculos siguen activas y pueden provocar asfixia si se adhieren en la vía respiratoria.
Después de tan suculentos manjares, nos dirigimos hacia la estación central a través de calles repletas de mercadillos y galerías comerciales subterráneas. En lo alto, siempre se halla presente la Torre de Busan.
Adyacentes a la estación, se encuentran dos calles muy curiosas y animadas: la Shanghai Street, la «Chinatown» de Busan con su decoración y restaurantes típicos; y la Texas Street, que en realidad está repleta de locales rusos y filipinos, algunos de dudosa reputación.
En un par de días dimos por terminada nuestra visita a Busan y nos dirigimos al aeropuerto para coger un vuelo rumbo a la isla de Jeju.