No todo son templos en Camboya. Hemos conocido la costa del sur del país y ha sido toda una sorpresa para nosotros. Las playas tranquilas, las puestas de sol espectaculares, el ambiente local y la comida, entre muchas otras cosas, fueron motivo suficiente para alargar nuestra estancia en el mar más de lo previsto inicialmente.
Camboya tiene una costa de 450 km aproximadamente conformando la Bahía de Kompung Sao, distribuida en cuatro provincias: la de Koh Kong, la de Sihanoukville, la de Kampot y la de Kep; y además, 60 islas. Nosotros visitamos las tres últimas provincias.
Nuestro campamento base fue Sihanoukville o también conocida como Kompong Som. La ciudad no tiene muchos atractivos y son sus cinco playas las que acaparan toda la atención: la «Victory Beach», la «Independence Beach» o «7-chann Beach», la privada «Sokha Beach», la «Ochheuteal Beach» y una parte de ella que se conoce como «Serendipity Beach» y la «Otres Beach». La zona de la Serendipity es probablemente la más popular y la que más vida nocturna ofrece. Nosotros sin embargo, nos decantamos por la Otres Beach. La más alejada, con sus 4 km de largo, seguramente no tiene el toque paradisíaco de algunas playas de Tailandia con arena blanca y aguas turquesa, pero ofrece una tranquilidad y un ambiente que la hacen única. Está compuesta por dos zonas con alojamientos y restaurantes en primera línea, separadas por una playa pública siempre desierta.
Gracias a una súper oferta en internet nos alojamos en un resort de un nivel bastante superior al que estamos acostumbrados (Mary Beach) y pasamos los días disfrutando del paisaje, del mar, de la comida y de los ratos de no hacer nada. Lo que sí hicimos cada tarde puntualmente fue ver la puesta de sol, de las más bonitas que hemos visto en Asia hasta el momento.
A un par de horas de Sihanoukville en furgoneta, se encuentran la pintoresca Kampot y la playera Kep, muy cerca entre ellas una de la otra.
Kampot es una tranquila capital de provincia ribereña. Nos alojamos un par de noches en uno de los muchos hostels que se encuentran a lo largo del agradable paseo del río. En las horas de menos calor, el paseo se llena de niños, parejas locales, grupos de amigos, turistas… creando un ambiente muy especial. El centro de la ciudad lo marca un viejo puente semiderruido (por las bombas de los khmer rouge), ya en desuso pero que se ha convertido de alguna manera en símbolo de la ciudad. De arquitectura colonial, tiene un antiguo mercado francés y las calles, no del todo rehabilitadas, le dan a Kampot un toque decadente y singular.
En los alrededores de Kampot hay mucho que visitar. Seguramente de lo que más orgullosos se sienten los locales es de su pimienta. La pimienta de Kampot está reconocida internacionalmente y resulta parada casi obligatoria visitar una de las plantaciones. Nos mostraron, de forma gratuita, las plantas de la pimienta con su fruto, el proceso de cultivo, recogida y procesado. La verdad es que nunca nos habíamos parado a pensar de dónde sale esta especia.
Quizás lo que más nos llamó la atención en la zona de Kampot fue la gran cueva que acoge un minúsculo templo hinduísta de la época pre-angkoriana (siglo VII), el templo de Phnom Chhnork. De aquí seguimos nuestra ruta atravesando los poblados del interior, varias salinas (también es una zona importante de producción de sal), plantaciones de durio y el «Secret Lake» que fue construido durante la época de los khmer rouge para irrigar todos los campos de arroz de alrededor.
Un buen momento para llegar a Kep es al medodía. Es un pequeño pueblo costero que se ha ganado la fama por su mercado de cangrejos. Literalmente los cangrejos se sacan del mar y se venden al momento. Los compradores se agrupan alrededor de grandes cestas repletas de estos crustáceos recién capturados y se van llevando bolsas llenas de agitados animales. Entre este ir y venir de cangrejos también se venden otros mariscos, pescado fresco, comida preparada, frutas, objetos de regalo… El mercado de Kep ha sido uno de los que más hemos disfrutado durante el viaje.
No pudimos marcharnos de Kep sin probar el plato estrella de la zona en uno de los múltiples restaurantes en la línea del mar: el cangrejo a la pimienta. Recién sacado del mar, frito con la rica pimienta local, fue todo un manjar para nosotros y además baratísimo. Con el estómago lleno nos fuimos a pasear a la playa de Kep. Es una playa poco espectacular, amplia pero con arena oscura y agua no cristalina. Lo que realmente nos gustó fue ver el ambiente de camboyanos domingueros. Los domingos la playa se abarrota de familias y grupos, que en lugar de ponerse en la tórrida arena se sientan bajo unos porches preparados y en las aceras. Allí comen marisco y helados que compran a los vendedores ambulantes que pasan continuamente. En el agua niños, adolescentes y mayores se bañan y juegan, por supuesto todos con ropa.
Y con este post nos despedimos de Camboya, por ahora. En los próximos días entraremos por carretera vía Phnom Penh a Vietnam.