Entre Asia y África se encuentra este maravilloso país, que recibe influencias de ambos continentes. ¿Sabías que Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo? Si buscas sorprenderte con una naturaleza única, riqueza de culturas, buena gastronomía, arquitectura particular y habitantes amables y sonrientes, no debes perderte la visita a Madagascar.
Madagascar se originó a partir del supercontinente de Gondwana. Su costa oriental se formó cuando África se separó de Gondwana hace alrededor de 165 millones de años. Más tarde, Madagascar se separó del subcontinente indio hace 65 millones de años. Este largo aislamiento es la causa de la existencia en esta isla de multitud de especies únicas en el mundo, lo que se ha llamado a veces un mundo aparte, un mundo todavía por explorar.
Entre la fauna más destacada de la isla, que atrae a miles de ecoturistas cada año a sus más de 50 parques nacionales y otros tantos naturales, destacan los lémures, del que existen más de 50 especies diferentes; el camaleón; la fosa; los tenrecs, así como cientos de subespecies de roedores. Algo que me sorprendió y que no me imaginaba, es que en la isla no vive ningún animal considerado peligroso.
En cuanto a su flora, Madagascar es un país que cuenta con más de 12,000 especies de plantas diferentes, los árboles conocidos como baobabs son los más populares.
En Madagascar encontramos numerosos contrastes, como ríos, montañas, humedales, arrecifes, pequeñas islas y el mar, el Océano Índico que rodea la isla. La cota más alta de esta isla es el Monte Maromokotro, con 2885 metros sobre el nivel del mar. Esta cima la encontramos en el Macizo de Tsaratanani, al norte del país.
Nuestro viaje lo hicimos en agosto durante 16 días. Volamos a la capital, Antananarivo, donde visitamos la ciudadela real de Ambohimanga, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En esta colina azul se sitúan los antiguos palacios reales de las dinastías merinas que unificaron la isla en los siglos XVII y XIX. Parte de la muralla está construída utilizando únicamente cáscaras de huevo!
Continuamos para adentrarnos en plena naturaleza en el Parque Nacional de Andasibe-Mantadia. Es allí donde pudimos ver al famoso lémur Indri-Indri, en medio de un impresionante paisaje de selva tropical. Rumbo al sur recorriendo la carretera Nacional RN7 durante varios días, visitamos ciudades y pueblos inolvidables como Antsirabe, Ambositra o Fianarantsoa. Fue en esta última donde tomamos el Tren de la Selva hasta Manakara. Este ferrocarril es el único del país y une las tierras altas con las aguas del Océano Índico. Es un tren de mercancías que admite pasajeros y resultó ser toda una experiencia. El trayecto se prolongó durante 18 horas, en vagones precarios y con paradas de tiempo indeterminado en absolutamente todos los poblados del camino. Fue duro pero mereció la pena.
Ya en la costa este de la isla navegamos en canoas tradicionales de la etnia Antemoro a través del canal de Pangalanes, acompañados por los cantos de los pescadores y las risas de los niños que corrían y bailaban a lo largo de la orilla.
Seguimos nuestro viaje de naturaleza visitando los parques y reservas de Ranomafana, Ambalavao, Anja, Isalo y Zombitse. Selvas tropicales en todo su esplendor, diferentes familias de lemures, camaleones, baobabs… esta gran isla no dejó de sorprendernos.
Finalizamos nuestra aventura, después de visitar el mercado de conchas de Tulear, en las playas de Ifaty donde buceamos sobre la barrera de coral y recuperamos energías disfrutando de estupendas puestas de sol. Comimos pescado fresco y langostas en la orilla del mar y con un poco de suerte, durante los meses de julio y agosto, es posible observar ballenas en migración.